Esta semana quiero hablarles sobre el Archivo de la Memoria Trans (AMT), una iniciativa independiente y autogestiva nacida en Argentina que, como pocas, rescata la historia de la comunidad trans en primera persona. Mis agradecimientos a su equipo por enviarme material para escribir esta publicación.
El Archivo nació gracias a María Belén Correa —una de las fundadoras de ATTA, la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de Argentina— quien junto a su amiga y compañera militante Claudia Pía Baudracco solía imaginar un espacio para reunir a todas las sobrevivientes trans y travestis, exiliadas y dispersas por Argentina y el mundo, y asegurarse de que sus historias no fueran olvidadas. Luego de la muerte de Pía el 2012, María Belén decidió al fin crear ese espacio de reencuentro, en la forma de un grupo Facebook secreto.
El Archivo de la Memoria Trans es una reunión familiar. Surge de la necesidad de volvernos a abrazar, volvernos a mirar, de reencontrarnos después de más de 15 años con las compañeras que creíamos muertas, con las que nos distanciamos por diferencias o por el exilio; y con los recuerdos de las que, efectivamente, ya no están.
— Sobre la muestra “Ésta se fue, a ésta la mataron, ésta murió” en el Conti.
Ese espacio virtual permitió compartir fotos, crónicas y anécdotas sobre los años de dictadura y de represión policial en democracia, crear una historia colectiva a partir de fragmentos individuales de las que quedan y las que perdimos.
El 2014, con el apoyo de la fotógrafa Cecilia Estalles, el Archivo de la Memoria Trans comenzó formalmente a recopilar, escanear y preservar esas imágenes e historias, comenzando por las cajas de recuerdos que Pía le dejó a Belén de herencia.
La Argentina que muestra el ATM es un lugar jodido para trans y travestis. Edictos policiales legalizaban su persecución abierta y constante en todos los espacios públicos por el solo hecho de ser. Esta violencia —que contribuía a las estadísticas de detención de las comisarías y alimentaba su caja chica— era amparada por la sociedad civil, quienes muchas veces denunciaba a las chicas hasta por ir a comprar el pan a la esquina.
La segregación, los abusos, los fusilamientos y la transfobia cotidiana solo daban tregua para las semanas de carnaval, donde la misma sociedad que les hacía el quite ahora las festejaba y protegía (pero solo mientras durara el show). La única esperanza de libertad era el exilio, a Europa las que podían y a Uruguay las demás.
A todo eso se suma luego la epidemia del VIH/SIDA en los 80 y 90, que hizo estragos en una población que ya vivía en la miseria misma. Las que no murieron en sus casas o en la calle fueron a morir al hospital, donde eran consideradas un «malgasto» de recursos y a menudo se les negaba la medicación, la comida y la cama.
Muchas de estas historias se perdieron en la clandestinidad, los allanamientos y la destrucción de todo rastro de su existencia por parte de sus familias de nacimiento, luego de expulsarlas del hogar o tras su muerte. Por eso es fundamental que sus vidas sean reconocidas y que los honores sean dados por y para la comunidad trans, que sean ésta la que tenga el poder sobre sus propias memorias y en sus propios términos.
Son las sobrevivientes las protagonistas e intérpretes de sus propios relatos. Ellas, en primera persona, son las encargadas de recopilar las propias fotografías que ellas mismas realizaron y, de este modo, reconstruyen obstinadamente los mecanismos que derivarán en la memoria colectiva de la comunidad trans/travesti.
— «Archivo de la Memoria Trans: Cruces entre estética, memoria y género», presentado durante el XI Seminario Internacional Políticas de la Memoria a principios de mes.
El Archivo se enfoca en recuperar fotografías, sea por donación o préstamo para digitalización, pero entre sus colecciones también encontramos videos, recortes de prensa, legajos policiales, pasaportes y documentos de identidad, diarios de vida, cartas, postales, ropa y objetos personales.
Actualmente el acervo está formado por más de 7000 documentos —analógicos, análogo-digitales y nacidos digitales— que dan cuenta de las vidas de personas trans a lo largo de todo el siglo XX. Y a diferencia de muchos archivos institucionales vinculados a la diversidad sexual y de géneros en América Latina, el AMT no se centra en la historia de agrupaciones activistas o en testimonios de crímenes de lesa humanidad: Su foco es la vida cotidiana, las fiestas en casa, los viajes, las comparsas, los álbumes familiares que registran cumpleaños, bautizos y velorios.
El Archivo de la Memoria Trans se proyecta como una plataforma activa de investigación histórica, estética y política, y busca constituirse como un referente en su clase. Su equipo de trabajo está formado por una decena de personas: María Belén Correa, Cecilia Estalles, Magalí Muñiz, Carla Pericles, Carolina Figueredo, Carlos Ibarra, Ivana Bordei, Florencia Aletta, Catalina Bartolomé y Cecilia Saurí.
Trabajan con computadores y escáneres propios o donados, se comparten saberes y entre todas realizan las tareas de rescate, valoración, conservación, preservación, documentación, acceso y difusión de los fondos y colecciones, en un espacio cooperativo donde también participan periodistas, historiadoras, curadoras, editoras, conservadoras, críticas de arte, docentes e investigadoras.
A principios de este año el ATM fue reconocido por el Programa Ibermemoria Sonora y Audiovisual en la categoría de preservación y acceso documental. Gracias a este premio, además de recursos financieros, han recibido capacitaciones en gestión y normas documentales de parte del Fotobservatorio del Patrimonio Fotográfico Mexicano, lo que les permitió desarrollar su propio sistema de descripción documental.
Otros de sus propósitos a futuro incluyen la construcción de un catálogo sobre una base de datos relacional; la generación de espacios y estrategias que garanticen la permanencia del Archivo en el tiempo; la ampliación de las formas de acceso y consulta a la colección; y el uso de la documentación en investigaciones de estudios de género.
Próximamente planean publicar un fotolibro con la editorial CHACO y están trabajando en una futura exposición en el Centro de Fotografía de Montevideo (CdF).
Solo en el último par de meses, el Archivo de la Memoria Trans:
- Expuso la muestra «Ésta se fue, a ésta la mataron, ésta murió» como parte del ciclo «Estallar el género» de la Universidad Nacional de General Sarmiento.
- Viajó a Montevideo, donde realizó una ronda de conversación en el marco de la aprobación de la Ley Integral para Personas Trans en Uruguay y fue parte de las Jornadas:12 de Fotografía Latinoamericana «Confluencias y derivaciones, 1978-2018» organizadas por el CdF.
- Participó de la mesa de debate en torno al archivo LGBTIQ+ durante la Jornada de Comunicación y Géneros «Sujetxs y Predicados» en el Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini.
- Y fue parte de la mesa «Aproximaciones queer al pasado: Proyecciones refractarias, memorias temblorosas e imágenes rotas del pasado reciente» del XI Seminario Internacional Políticas de la Memoria «Memorias Subalternas, Memorias Rebeldes» del Centro Cultural de la Memoria Haroldi Conti.
Quienes estén este sábado 20 de octubre en Buenos Aires podrán encontrar al ATM en la Feria Impresa de Feminismos «La Revolución Del Deseo» en Darwin 891, entre las 19 y 22 hrs.
Pueden encontrar al Archivo de la Memoria Trans en Facebook e Instagram y contactarse a través del correo archivotrans arroba gmail.com. Y si tienen los medios, colaboren enviando una donación a través de PayPal.
Imagen de portada: Fotografía de Gina Vivanco en exilio, parte de la colección del AMT. Pueden conocer su historia de vida y muerte en la realización audiovisual De la misma especie de Cecilia Estalles.